Respuesta :

Aunque ya han pasado unos dos mil años desde que Jesucristo vivió en la Tierra, en todo el mundo se habla de él. Sin embargo, existe mucha confusión sobre quién fue en realidad. Algunos dicen que fue tan solo un hombre bueno. Otros piensan que no fue más que un profeta. Es importante que usted sepa la verdad sobre Jesús. Porque la Biblia dice: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). Además, Jesús dio el mejor ejemplo de cómo se debe vivir y tratar al prójimo.

Mucho antes de que Jesús naciera, la Biblia predijo la llegada del enviado de Dios, el llamado Mesías o Cristo. Los títulos Mesías (derivado de una palabra hebrea) y Cristo (derivado de una palabra griega) significan “Ungido”. De modo que el enviado prometido sería ungido, es decir, nombrado por Dios para ocupar una posición especial. En el siglo primero de nuestra era, los discípulos de Jesús de Nazaret estaban totalmente convencidos de que él era el Mesías predicho (Juan 1:41). Uno de ellos, Simón Pedro, le dijo sin rodeos: “Tú eres el Cristo” (Mateo 16:16). Ahora bien, ¿por qué estaban tan seguros aquellos discípulos de que Jesús era en verdad el Mesías prometido? ¿Y por qué podemos estar seguros nosotros? Más de setecientos años antes de que ocurriera, el profeta Miqueas predijo que el enviado prometido nacería en Belén, un pequeño pueblo de la tierra de Judá (Miqueas 5:2). Pues bien, ¿dónde nació Jesús? Justo en ese lugar (Mateo 2:1, 3-9). El segundo ejemplo es la profecía de Daniel 9:25, que con muchos siglos de antelación permitía calcular el año exacto en que se presentaría el Mesías: el año 29 de nuestra era.

Jesús murió para que los humanos recibieran el perdón de sus pecados y la vida eterna (Romanos 6:23; Efesios 1:7). Además, al morir fiel, Jesús demostró que un ser humano puede permanecer leal a Dios incluso ante las pruebas más difíciles. Dios hizo a Adán —el primer ser humano— perfecto, libre de pecado. Pero él decidió desobedecer a Dios, o pecar. Eso tuvo graves consecuencias para sus descendientes. La Biblia explica que por la desobediencia de un solo hombre, todos hemos llegado a ser pecadores. Jesús también era perfecto, pero él nunca pecó. Por eso, pudo entregar su vida en “sacrificio [...] por nuestros pecados” (1 Juan 2:2). Podríamos decir que la desobediencia de Adán dejó una mancha en la humanidad: el pecado. Sin embargo, la muerte de Jesús ha hecho posible que quienes ejercen fe en él puedan librarse de esa mancha. Dicho de otra forma, Adán nos vendió al pecado, pero Jesús estuvo dispuesto a morir por todos nosotros y nos recompró. Por tanto, “si alguno [de nosotros] comete un pecado, tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo”.

Aunque los seres humanos merecen la muerte porque son pecadores, Dios les mostró bondad inmerecida (Efesios 1:7). La manera en que decidió salvar a la humanidad —enviar a su hijo Jesús para que entregara su vida perfecta en sacrificio— fue sumamente misericordiosa y justa.